En el camino empresarial, llega un punto en el que toda mujer se enfrenta a una pregunta clave: ¿debo buscar una mentora que me guíe o ha llegado el momento de convertirme yo en mentora para otras? Esta dualidad, lejos de ser una disyuntiva, puede convertirse en una poderosa estrategia de crecimiento personal y profesional si se aprende a equilibrar. Asumir ambos roles, el de aprendiz y el de guía, permite no solo avanzar más rápido en tu propio desarrollo, sino también crear un impacto real en el ecosistema emprendedor femenino. Las mujeres empresarias que se permiten enseñar mientras siguen aprendiendo multiplican su perspectiva, fortalecen su liderazgo y se posicionan como referentes activas, no solo por lo que logran, sino por lo que inspiran.
Ser mentora implica más que dar consejos. Requiere generosidad, escucha activa y la disposición a compartir tanto los éxitos como los errores que han marcado el camino. Muchas mujeres subestiman su capacidad para convertirse en mentoras porque creen que deben tener todo resuelto o ser “expertas” en su área. Pero la realidad es que tu experiencia, tus decisiones difíciles, tu forma de resolver problemas y tu capacidad de adaptarte ya son valiosas para alguien que está unos pasos atrás. Mentorear a otras no solo empodera a quien recibe el acompañamiento, también refuerza en ti lo aprendido, te obliga a poner en palabras lo que ya sabes intuitivamente y te conecta con un propósito mayor: construir comunidad. Al mismo tiempo, mantenerte en el rol de aprendiz, buscando guías que te inspiren, te permite no estancarte, ver nuevas formas de hacer las cosas y mantener la humildad necesaria para evolucionar.
Combinar ambos roles puede parecer un reto en medio del ritmo acelerado de los negocios, pero es más natural de lo que parece. Puedes ser mentora en tu industria mientras tú misma aprendes de otra mujer con fortalezas diferentes. Por ejemplo, una empresaria experta en finanzas puede guiar a emprendedoras jóvenes en planificación económica, mientras recibe mentoría de alguien con una trayectoria sólida en liderazgo de equipos o escalamiento internacional. Esta circulación de conocimiento genera un entorno de colaboración real, donde todas crecen y se fortalecen juntas. En un mundo empresarial que muchas veces ha sido competitivo o solitario, este modelo dual permite construir redes más humanas, donde la empatía y el crecimiento compartido se convierten en el nuevo capital.
Aceptar que siempre habrá algo que puedes enseñar y algo que aún necesitas aprender es uno de los actos de liderazgo más poderosos. No es una debilidad buscar consejo, ni una soberbia ofrecerlo. Es un ciclo natural de evolución profesional. Si hoy te estás preguntando cuál rol deberías asumir, quizás la respuesta es: ambos. Sé mentora y ten una. Aprende y comparte. Crece y haz crecer. Porque en esa combinación está la clave para convertirte en una empresaria más completa, más consciente y, sobre todo, más conectada con el propósito de dejar huella en el camino de otras.