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El arte de escuchar: la habilidad olvidada que toda mentora exitosa domina

En un mundo donde la rapidez, la inmediatez y la presión por destacar suelen marcar el ritmo de la vida empresarial, hay una habilidad que muchas veces pasa desapercibida pero que puede marcar la diferencia entre una relación de mentoría común y una verdaderamente transformadora: la escucha. Escuchar no es simplemente guardar silencio mientras otra persona habla, sino abrir un espacio de comprensión profunda, empatía y conexión que permite al otro sentirse visto, validado y acompañado. Para las mujeres empresarias que desean convertirse en mentoras efectivas, cultivar esta habilidad no es opcional, es esencial, porque detrás de cada palabra de la persona mentorada puede haber pistas clave que revelan sus miedos, sus ambiciones y las oportunidades que aún no logra identificar.

El arte de escuchar va mucho más allá de prestar atención a las palabras. Implica observar el lenguaje no verbal, reconocer la emoción detrás de un comentario y dar espacio para que la otra persona organice sus ideas y se atreva a expresarlas sin miedo a juicios. En la mentoría, escuchar con intención significa estar presente en cuerpo y mente, dejando de lado las distracciones o la necesidad de dar respuestas rápidas. Una buena mentora sabe que, en ocasiones, lo que la persona necesita no es un consejo inmediato, sino un oído que valide su experiencia y le permita encontrar claridad por sí misma. Esta actitud no solo fortalece la relación de confianza, sino que también empodera a la mentorada, mostrándole que tiene dentro de sí las herramientas necesarias para crecer.

Escuchar de manera efectiva también implica formular preguntas poderosas. Una mentora que escucha activamente no se limita a asentir o a repetir lo que su interlocutora dice, sino que indaga más allá, buscando el origen de una duda o la raíz de un bloqueo. Al hacerlo, ayuda a que la empresaria en formación vea lo que antes estaba oculto, ya sea una creencia limitante, un patrón de comportamiento o una oportunidad de negocio que no había considerado. Este tipo de escucha activa se convierte entonces en un espejo que refleja, sin juicios, lo que la otra persona necesita reconocer para avanzar.

Uno de los grandes errores en las relaciones de mentoría es caer en el monólogo: aquella situación donde la mentora asume que su experiencia y sus logros son lo más valioso que puede ofrecer, sin darse cuenta de que cada historia, por inspiradora que sea, pierde impacto si no conecta con la realidad de la mentorada. Escuchar primero y hablar después es un principio fundamental. La experiencia tiene un valor enorme, pero debe compartirse en el contexto adecuado, respondiendo a la necesidad real del momento. De lo contrario, corre el riesgo de ser percibida como una lección genérica y no como una guía práctica y transformadora.

Además, la escucha activa fomenta un tipo de mentoría más humana y colaborativa. En lugar de establecer una relación vertical donde la mentora habla y la mentorada recibe, se construye un espacio horizontal de diálogo donde ambas aprenden. Sí, la mentora aporta su experiencia, pero también se nutre de la visión fresca, los desafíos y las preguntas que trae la otra parte. En este intercambio, ambas partes crecen y se enriquecen. Por eso, las mentoras que dominan el arte de escuchar suelen ser recordadas no solo como guías, sino como referentes humanos que dejaron una huella duradera.

Cultivar esta habilidad requiere práctica y consciencia. Significa, por ejemplo, aprender a tolerar los silencios sin sentir la necesidad de llenarlos, entrenarse en hacer preguntas abiertas que inviten a la reflexión, y trabajar en el hábito de observar con atención cada gesto, tono de voz o pausa de la persona con la que se conversa. También significa aprender a soltar el ego, entendiendo que el rol de una mentora no es brillar, sino ayudar a que la luz de la otra persona se expanda. Cuando se escucha de verdad, se generan momentos de revelación que ninguna presentación ni manual de negocios podría lograr.

Al final, el arte de escuchar es la base sobre la cual se construye cualquier mentoría significativa. No importa cuánto conocimiento tenga una mentora o cuántos logros haya alcanzado, si no sabe escuchar, corre el riesgo de perder la oportunidad de transformar vidas y negocios de manera profunda. Escuchar con empatía y apertura es un acto de generosidad, pero también de sabiduría, porque revela que el verdadero liderazgo no se mide solo por lo que decimos, sino por nuestra capacidad de estar presentes para los demás. En un mundo que celebra la voz fuerte y la opinión rápida, quizá la verdadera revolución esté en rescatar y valorar aquello que parece tan sencillo pero que es tan poderoso: la escucha consciente y transformadora.

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