La pandemia trajo cambios inesperados. Pero estos aún no han acabado. En un escenario incierto y dinámico como el actual, es natural sentirse víctima de fuerzas que nos trascienden.
¿Te has preguntado cómo sería la reacción de un líder frente a esta realidad cambiante? En este artículo, una reflexión sobre el liderazgo en tiempos inciertos a cargo del coach ejecutivo Fred Kofman.
Siempre hablamos de un antes y un después. Aunque lo cierto es que con la pandemia hubo un antes, pero todavía no hay un después. Nos la pasamos hablando de la “nueva normalidad”, pero estamos en una situación de cambio permanente que es absolutamente impredecible. Cuando no aparece una nueva cepa, existe otro problema inflacionario, más restricciones legales, sanitarias, de viaje… A pesar de que parezca trillado, solo podemos contar con que el mundo nos va a sorprender una y otra vez.
La realidad que estamos viviendo me trae a la mente al gran filósofo norteamericano Eric Hoffer. Él habla de dos personalidades que hacen una inmensa diferencia: la del aprendiz y la del sabelotodo. La primera se refiere a las personas humildes, a las que se enfrentan al mundo como un misterio, con la mente abierta. Al otro lado está la del sabelotodo, aquel que tiene que validar su ego demostrando que ya sabe, que tiene todo bajo control. Y esa actitud es letal porque lo cierto es que las cosas no están bajo control.
Para el sabelotodo es un dolor terrible aceptar que no es el dueño de la verdad. Los sabelotodos, entre ser efectivos o tener razón, prefieren lo segundo y eso hace que siempre se encuentren equipados para pelear la guerra que ya pasó. Como dijo el mariscal Helmuth von Moltke: “Ningún plan de batalla sobrevive al primer contacto con el enemigo”. Cuando planificamos y llegamos a la batalla, nos encontramos con que el enemigo no se comporta de acuerdo con nuestros planes.
Una forma de no quedar atrapado en este paradigma del sabelotodo es apostar por el modelo del aprendiz.
Recordamos una entrevista que le hicieron a Mike Tyson antes de una pelea por el título mundial. Después de que su contrincante habló sobre su estrategia, Mike comentó: “Todos tienen un plan hasta que les dan un puñetazo en la boca”. Y la pandemia es el mejor ejemplo de cómo la vida y el mundo nos dio esa trompada que hizo que todos nuestros planes quedaran en el aire. “Los planes son inútiles, pero la planificación es todo”, dijo Dwight Eisenhower. Y de eso se trata. Una forma de enfrentarse a este mundo y de no quedar atrapado en este paradigma del sabelotodo es apostar por el del aprendiz. Éste sabe que tiene que tener un plan, pero no está tan aferrado a él al punto de dejar de lado la información que le resulta disonante. Lo modifica permanentemente.
Cómo convertirte en protagonista de tu realidad
¿Cuántas veces durante la pandemia se te cruzó la frase “esto no es justo”? Como dicen los estoicos, esperar a que la vida sea justa es una receta para el sufrimiento. La vida es lo que es. Y la única pregunta es qué vas a hacer tú al respecto. Una de las peores decisiones es ponerse en el lugar de la víctima y culpar a factores externos. Antes del COVID-19, cuando alguien llegaba tarde a una reunión responsabilizaba al tráfico; ahora, se justifica con que estaba en otra videollamada. Es una víctima de fuerzas que no dependen de la persona, por lo tanto tiene un permiso para ser inocente.
Pero ¿cuál sería, entonces, la reacción del protagonista? Al contrario de la víctima, diría que es cierto que una gran parte de las cosas en su vida están fuera de su control, pero que no es “responsable de” sino “hábil para responder a”, más allá de lo que pase. No se preocupa por alegar inocencia, ni por culpar a otros, ni al destino, ni a fuerzas fuera de control por los cambios que están sucediendo.
La vida es lo que es. Y la única pregunta es qué vas a hacer tu al respecto.
Como en una partida de ajedrez, si la vida hace un movimiento, tu plan se arruina. La tentación es decir que el movimiento no es válido. Pero tienes que seguir planeando y preguntándote qué vas a hacer ahora. Es un peso tremendo sobre todos los seres humanos, pero ustedes son líderes en una transformación que no solo es necesaria para prosperar, sino para sobrevivir.
Como líderes tienen que dar el ejemplo, pero también tienen que inspirar el compromiso interno de sus colaboradores para actuar de esa manera. Y eso no lo pueden comprar. La gente debe hacerlo porque lo cree y se siente inspirada desde adentro hacia fuera. Allí radica la diferencia entre un manager y un líder. El manager opera desde fuera hacia dentro. Si lo hace, obtiene una recompensa. Si no, un castigo. El líder, en cambio, trabaja desde dentro hacia fuera, mediante el ejemplo, la autoridad moral, su modelo de trabajo. Se gana lo mejor de la gente y eso es lo que le permite transformar el caos en confianza. No la confianza de que todo va a salir bien, de que no nos van a sorprender, sino la confianza de que tenemos los recursos para aprender y responder a este mundo tan duro que nos toca vivir.
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